20.8.10

Nuevamente, este posteo va con nombre y apellido, y para evitar confusiones y problemas en un futuro, lo especifico: Lucía Cacheiro.
Me encantaria poder abrir mi cabeza y entender el funcionamiento de mi mente, tal como muchos pueden hacer con las máquinas. Incluso ponerme frente a un pizarron y dibujar ecuaciones sin sentido para explicar mi comportamiento estaría bueno a esta altura. Porque esa es la verdad con la que estoy teniendo problemas: no entiendo nada.
Y entre ese nada, se encuentra todo. ¿Complejo? Nah, te parece.
No me entiendo a mi, no entiendo a la gente, no entiendo lo que me dice mi cabeza y no entiendo qué carajo me dice mi corazón. Y sí, estoy al tanto que para una persona común y corriente, el "yo", "mi cabeza" y "mi corazón" constituyen una unidad, pero en este último tiempo me he estado dando cuenta de que en mi caso, no podría ser una mentira más mentirosa eso. Es más, en este momento, las tres son entidades completamente diferentes que se pelean y se desencuentran de manera constante.
Hoy me pasé todo el día pensando. Llegué a un punto en el que ya no tengo nada que cuestionar que no haya sido ya cuestionado. Es increíble cómo funciona la vida. Un link, una foto, una persona te da vuelta el mundo. Y es aún más increíble cómo no me di cuenta antes de que ESTO es precisamente lo que venía buscando desde hace siglos. Acá estaba yo quejándome de que la vida me pasa por arriba, de que busco algo o que espero algo, sin darme cuenta de que ese "algo" ya me chocó, golpeó y reventó y ni cuenta me di. Y si bien parte de mi lo dice todo en pasado, ruego y cruzo los dedos porque también lo encuentre el día de mañana en el futuro. ¿Se entiende? Me importa un bledo.
Es gracioso darse cuenta de esto, hasta frustrante si me pongo a pensarlo. Es aún más gracioso que, aunque ahora lo vea, sé que mañana cuando me despierte el vacío va a seguir estando.
Me harté de querer algo. No, mentira. Me harté de querer nada; me harté de vivir en la sombra de la vida genial que me había planeado. Y sobre todas las cosas, me harté de estar harta de vivir. Quiero reirme y quiero dejar de llorar todas las noches, y no depende de nadie más que de mí. Sí, es verdad, la compañía de una persona no me haría mal. Pero no quiero nada más que compañia. La evidencia demuestra que la compañía sin sentido la catalogo como rutina y la aborrezco. Lo que he estado haciendo tiene una muy simple explicación y hoy la veo: quería hacerlo. Y sí, también es muy enfermo pensar que yo -incluyendome a mi, a mi cabeza y a mi corazon- quería estar mal. Pero creo que a veces uno lo necesita. Siempre dije que sin el invierno uno no sabría apreciar la belleza de la primavera, y supongo que esto es algo así.
¿Saben qué tengo ganas de hacer? Quiero salir una hora y media antes de tener que ir a trabajar y pasear en subte. Quiero volver a pegar papelitos con chistes y soñar con las vidas de las personas que viajan al lado mío. Y, sobre todas las cosas, quiero soñar. Quiero soñar con cosas que posiblemente nunca pueda alcanzar, y sentirlas cercanas. Quiero soñar con ser la persona única, especial y particular para alguien más, sea quien sea. Y quiero no dejar de querer estas cosas.
Es increíble cómo una persona me sacudió la noche. Bah, miento, dos personas. Y es aún más increíble cómo esas dos personas son personas que apenas conozco. Y acá cambio de nombre y apellido porque hablo de dos personas que no son yo (porque mis otras personalidades se fueron de vacaciones), pero no los voy a decir. Me atengo a decir que una de esas personas me esta hablando por msn y me ayudó a salir de un pozo tremendo hoy con un comentario, y la otra persona me dejó preocupada y pensando en él (y ahora sí hablo de vos especificamente y lo sé).
Dejo de delirar y me retiro. Por lo menos por el momento. Capaz en diez minutos me agarra otro ataque de locura (para bien o para mal) y vuelvo a escribir. Y no voy a releer esto antes de darle a "publicar entrada" porque capaz la incoherencia y la verguenza me impidan darle click. Y no quiero no hacerlo...

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