21.8.10

Las 3:48 de la tarde. Las paredes verdes y amarillas y las voces de extraños conocidos son la única verdad a la que me puedo aferrar a esta altura. Soñar es lo único que te puede salvar cuando estás en una situación como ésta. Cerrar los ojos y poder viajar a un mundo alterno se siente más real que todo lo demás que vivo en el día a día. Sin embargo, siempre hay algo que me arrastra y me despierta: ese pensamiento enfermizo que me persigue y me recuerda de manera constante que no hay nadie que viaje, que sueñe conmigo. Y por más de que intento mentirme a mi misma y convencerme de que me da lo mismo, ¡sí importa! Es más, saber esta verdad es lo que me empuja hacia la locura con la que vengo peleando. Porque por más que no lo quiera aceptar, necesito que alguien delire y sueñe conmigo. Necesito esa conexión (no necesariamente relacionada con la palabra "amor") con otra persona. Realmente necesito refugiarme en la idea de que hay una persona allá afuera que sueña y piensa cosas como yo, alguien que se sube al subte o camina por la calle pensando en realidades utópicas. Sobre todas las cosas, necesito rescatar esa posibilidad de que esa realidad utópica ajena y la mía, son realmente la misma. Quiero pensar y concentrarme en esa idea para poder pelearle a la vida y creer que el final de mi película es el mismo para alguien más. Quiero ser unica, especial y particular para alguien, si es que se entiende la idea.

1 comentario:

pagliaccio dijo...

I feel it, you say it.